
19 de diciembre de 2010
Es que es eso. Yo sé que estemos donde estemos estamos haciendo lo mismo.
Cualquiera sea el espacio, el cielo siempre nos acompaña. Y ya no tiene
importancia todo lo demás si sabemos que estamos mirando lo mismo, los mismos
objetos, ya sea con sus diferentes ángulos, con sus olores, con sus
paisajes, ¿Qué carajo? Vos estás ahí y yo acá y está el cielo
que nos espía y nos hace compartir una privacidad cómplice.
18 de diciembre de 2010
Los Amores Difíciles, Calvino Italo
La señora se había sentado con compostura, revelando, allí a su lado, proporciones menos majestuosas de lo que le habían parecido al verla de pie. Las manos, rollizas y con oscuros anillos que le apretaban los dedos, las tenía cruzadas sobre el regazo, encima de un bolso reluciente y de una chaqueta que se había quitado descubriendo brazos redondos y claros. Tomagra, al hacer ella ese gesto, se había apartado como para permitir un amplio despliegue de brazos, pero la señora permaneció casi inmóvil, quitándose las mangas con breves movimientos de los hombros y del torso.
El asiento del tren era pues bastante cómodo para dos y Tomagra podía sentir la extrema cercanía de la señora sin el temor de ofenderla con su contacto. Pero, razonó, lo cierto es que, pese a ser una señora, no había demostrado que ni él ni la aspereza de su uniforme la disgustaran, de lo contrario se habría sentado más lejos. Y, al pensarlo, sus músculos, que estaban contraídos y achatados, se aflojaron libres y serenos; más aún; sin que él se moviera trataron de expandirse al máximo, y la pierna con sus tendones tensos, separada de la tela misma del pantalón, se estiró, llenó a su vez el paño que la cubría, y el paño rozó la negra seda
de la viuda, y a través de ese paño y esa seda, la pierna del soldado se adhería a la de ella con un movimiento blando y fugaz, como un encuentro de tiburones, con un expandirse de ondas en sus venas hacia las venas de ella.
Pero era siempre un contacto levísimo, bastaba una sacudida del tren para recrearlo o anularlo; la señora tenía rodillas fuertes y carnosas, y los huesos de Tomagra adivinaban a cada sacudida el salto indolente de la rótula; y la pantorrilla tenía una mejilla sedosa y alta que con un imperceptible empujón había que hacer coincidir con la propia. Este encuentro de pantorrillas era precioso, pero a costa de una pérdida: el peso del cuerpo se desplazaba y el variable apoyo de los flancos no se producía con el dócil abandono de antes. Para conseguir una posición natural y satisfactoria debía desplazarse ligeramente en el asiento, gracias a una curva de las vías, o también a la necesidad comprensible de moverse de vez en cuando.
17 de diciembre de 2010
13 de diciembre de 2010
Y en ese bar seguro habrás tomado café y ni siquiera sospechaste que desde
la ventanilla del 42 yo iba a imaginarme esa escena: tu mano izquierda
levantando la taza hasta la altura correcta, no más alta de la nariz ni tan baja
de la pera, y un sorbo que haría el dulce recorrido desde la lengua hasta tu
garganta estrecha. Te invento cada vez que paso, tomándote un bondi,
comprando pan, sacando la basura, cruzando Dorrego, regando las plantas; y el 42
se torna un viaje melancólicamente divino, un desayuno con sol de naranja,
el amor, el hermoso amor perdido.
No sé contestar las preguntas más simples, me niego a entender el dos más
dos, o la hora con minutos y si me preguntás si somos una pareja tampoco sé
decírtelo, pero puedo tantear que me agrada que me muerdas la pera y sientas el
gusto horroroso y simpático de mi piel; me encanta la forma en que te hacés dueño
del tiempo y como me hacés parte de vos con tus matafuegos. Sí, no tengo idea sisomos una pareja.
7 de diciembre de 2010
Muero casi con deleite.
Muero con mucho fervor.
Muero mordiéndome el espanto y descruzando las piernas.
Muero viendo la curva de la jota.
Muero confirmando que la ventana esté cerrada, así los vecinos no miran.
Muero preguntándome cómo es lo que no está hecho.
Muero y aunque morir suene horroroso.
Muero conforme y conciente a no saber si se trata de morir de amor.
Muero y ahí la muerte suena presuntuosa y delicada.
Muero y es vivir morir.
Muero y tomo café negro y leo. Y cocino. Y hablo.Y pienso. Yrecuerdo lo lindo que fue cuando moría en ti.
Muero con el placer de saber que estoy muriendo nuevamente.
15 de noviembre de 2010
Pedro Páramo, por Rulfo
"Era una cara común y corriente.
-¿Qué es lo que quiere que le mire? -¿No me ve el pecado? ¿No ve esas manchas moradas como de jiote que me llenan de arriba a abajo? Y eso es sólo por fuera; por dentro estoy hecha un mar de lodo."
"-¿Verdad que la noche está llena de pecados, Justina?
-Sí, Susana.
-¿Y es verdad?
-Debe serlo, Susana.
-¿Y qué crees que es la vida, Justina, sino un pecado? ¿No oyes? ¿No oyes cómo rechina la tierra?
-No, Susana, no alcanzo a oír nada. Mi suerte no es tan grande como la tuya.
-Te asombrarías. Te digo que te asombrarías de oír lo que yo oigo.
Justina siguió poniendo orden en el cuarto. Repasó una y otra vez la jerga sobre los tablones húmedos del piso. Limpió el agua del florero roto. Recogió las flores. Puso los vidrios en el balde lleno de agua.
-¿Cuántos pájaros has matado en tu vida, Justina?
-Muchos, Susana.
-¿Y no has sentido tristeza?
-Sí, Susana.
-Entonces, ¿qué esperas para morirte?
-La muerte, Susana.
-Si es nada más eso, ya vendrá. No te preocupes.
Susana San Juan estaba incorporada sobre sus almohadas. Los ojos inquietos, mirando hacia todos lados. Las manos sobre el vientre, prendidas a su vientre como una concha protectora. Había ligeros zumbidos que cruzaban como alas por encima de su cabeza. Y el ruido de las poleas en la noria. El rumor que hace la gente al despertar.
-¿Tú crees en el infierno, Justina?
-Sí, Susana. Y también en el cielo.
-Yo sólo creo en el infierno -dijo. Y cerró los ojos."
"Tengo la boca llena de tierra". Luego se detuvo. Trató de ver si los labios de ella se movían. Y los vio balbucir, aunque sin dejar salir ningún sonido.
"Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimiendo mis labios . . ."
8 de noviembre de 2010
preparada para recibir esas palabras obvias que tanto había escuchado hasta de mi propia boca, y que me hacen acordarme de un apagón de luz en Núñez, un enredo de bufandas que solo cubren insignificantes cachitos de un cuerpo desnudo de invierno, lengua que se relame en la sal de su lágrima. No funcionó tan simple y conciso y cuántas veces la repetiremos. No en la ducha. No en los pies. No porque el calefón no funciona. No porque salí empapada y cagada de frío. No porque intenté manotear la toalla y me encontré con que me la había olvidado. No porque tuve que salir al balcón a buscar el tender con otra toalla. No porque ya estaba ahí toda mugrienta por caminar mojada y sola en el piso. No porque cuando llegué decidí que todo estaba perdido. No porque me acosté en las baldosas y se me terminó de pegar toda la suciedad. No, porque no funcionó.
Fue tan horrible todo. creo que una parte increíble del amor
jugando a reinventarse es cuando nos duchamos y el agua
helada toca nuestra piel, que la deja hervir, entonces estamos completamente desastrosos
de vapor, transpirados de la euforia y hasta salimos más sucios de lo que
entramo. Ya ponemos los pies en la alfombra y el sudor sigue cayendo,
entonces
es cuando queremos oler a suciedad, a estar vivos y litros y
litros de fragancias nos mojan, y miles de detalles irrelevantes nos preocupan y es
ahí cuando nos damos cuenta de lo triste que es saber
que
el tiempo pasó,
que un año antes nos habíamos preocupado por las mismas inquietudes, los mismos deseos y
ahora todo está acabado
y ya estamos dispuestos a decirle chau lo que se fue, a abrir otra vez la
ventana del círculo vicioso.
Y se busca el maquillage barato para que se esparsa monstruosamente
y nos nos preocupa el desastre.
4 de octubre de 2010
Si fuera amor, no sé qué sería de usted, siempre fui mala con los hombres
no sería la excepción, pero ¿qué más da? Siempre me acuesto con los párpados a medio cerrar y me digo
¿por qué tratamos de soñar cosas que están fuera de nuestro alcance? Porque siempre
lo dijo mi madre, maldita sea. Si me desvelo no puedo evitarlo: a esa pregunta
se le suman otras más horribles y espantosas, y ya me doy cuenta que será
imposible conciliar el sueño, que para qué pensé en aquellas cosas, pero ¿Cómo
se fabrica el olvido? Asquerosamente con mugre en las manos, dolor en los
dientes, sangre en las encías que puja hacia el exterior, cuando el problema es
que deberíamos mirarnos el interior y ver que no nos pasa, acá o en
cualquier lugar en el que hablamos con nosotros mismos, a la vuelta del callejón
donde es oscuro y frío. Y ya mi noche está perdida y ¿Qué es un hombre? Y ahí
entre el piso y el raso me contesto: "es un color a punto de extinguirse" ¿y la
vida? Un insomnio constante, por eso le repito que si fuera amor,
no sé qué sería de usted.