15 de noviembre de 2010

Pedro Páramo, por Rulfo

"Era una cara común y corriente.

-¿Qué es lo que quiere que le mire? -¿No me ve el pecado? ¿No ve esas manchas moradas como de jiote que me llenan de arriba a abajo? Y eso es sólo por fuera; por dentro estoy hecha un mar de lodo."





"-¿Verdad que la noche está llena de pecados, Justina?

-Sí, Susana.

-¿Y es verdad?

-Debe serlo, Susana.

-¿Y qué crees que es la vida, Justina, sino un pecado? ¿No oyes? ¿No oyes cómo rechina la tierra?

-No, Susana, no alcanzo a oír nada. Mi suerte no es tan grande como la tuya.

-Te asombrarías. Te digo que te asombrarías de oír lo que yo oigo.

Justina siguió poniendo orden en el cuarto. Repasó una y otra vez la jerga sobre los tablones húmedos del piso. Limpió el agua del florero roto. Recogió las flores. Puso los vidrios en el balde lleno de agua.

-¿Cuántos pájaros has matado en tu vida, Justina?

-Muchos, Susana.

-¿Y no has sentido tristeza?

-Sí, Susana.

-Entonces, ¿qué esperas para morirte?

-La muerte, Susana.

-Si es nada más eso, ya vendrá. No te preocupes.

Susana San Juan estaba incorporada sobre sus almohadas. Los ojos inquietos, mirando hacia todos lados. Las manos sobre el vientre, prendidas a su vientre como una concha protectora. Había ligeros zumbidos que cruzaban como alas por encima de su cabeza. Y el ruido de las poleas en la noria. El rumor que hace la gente al despertar.

-¿Tú crees en el infierno, Justina?

-Sí, Susana. Y también en el cielo.

-Yo sólo creo en el infierno -dijo. Y cerró los ojos."





"Tengo la boca llena de tierra". Luego se detuvo. Trató de ver si los labios de ella se movían. Y los vio balbucir, aunque sin dejar salir ningún sonido.

"Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimiendo mis labios . . ."

8 de noviembre de 2010

¿Por qué? y con tu cara más inocente me respondite: porque no funcionó y creo que estaba
preparada para recibir esas palabras obvias que tanto había escuchado hasta de mi propia boca, y que me hacen acordarme de un apagón de luz en Núñez, un enredo de bufandas que solo cubren insignificantes cachitos de un cuerpo desnudo de invierno, lengua que se relame en la sal de su lágrima. No funcionó tan simple y conciso y cuántas veces la repetiremos. No en la ducha. No en los pies. No porque el calefón no funciona. No porque salí empapada y cagada de frío. No porque intenté manotear la toalla y me encontré con que me la había olvidado. No porque tuve que salir al balcón a buscar el tender con otra toalla. No porque ya estaba ahí toda mugrienta por caminar mojada y sola en el piso. No porque cuando llegué decidí que todo estaba perdido. No porque me acosté en las baldosas y se me terminó de pegar toda la suciedad. No, porque no funcionó.

Fue tan horrible todo. creo que una parte increíble del amor

jugando a reinventarse es cuando nos duchamos y el agua

helada toca nuestra piel, que la deja hervir, entonces estamos completamente desastrosos

de vapor, transpirados de la euforia y hasta salimos más sucios de lo que

entramo. Ya ponemos los pies en la alfombra y el sudor sigue cayendo,

entonces
es cuando queremos oler a suciedad, a estar vivos y litros y

litros de fragancias nos mojan, y miles de detalles irrelevantes nos preocupan y es
ahí cuando nos damos cuenta de lo triste que es saber

que
el tiempo pasó,

que un año antes nos habíamos preocupado por las mismas inquietudes, los mismos deseos y
ahora todo está acabado

y ya estamos dispuestos a decirle chau lo que se fue, a abrir otra vez la
ventana del círculo vicioso.

Y se busca el maquillage barato para que se esparsa monstruosamente

y nos nos preocupa el desastre.