8 de noviembre de 2010

¿Por qué? y con tu cara más inocente me respondite: porque no funcionó y creo que estaba
preparada para recibir esas palabras obvias que tanto había escuchado hasta de mi propia boca, y que me hacen acordarme de un apagón de luz en Núñez, un enredo de bufandas que solo cubren insignificantes cachitos de un cuerpo desnudo de invierno, lengua que se relame en la sal de su lágrima. No funcionó tan simple y conciso y cuántas veces la repetiremos. No en la ducha. No en los pies. No porque el calefón no funciona. No porque salí empapada y cagada de frío. No porque intenté manotear la toalla y me encontré con que me la había olvidado. No porque tuve que salir al balcón a buscar el tender con otra toalla. No porque ya estaba ahí toda mugrienta por caminar mojada y sola en el piso. No porque cuando llegué decidí que todo estaba perdido. No porque me acosté en las baldosas y se me terminó de pegar toda la suciedad. No, porque no funcionó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario