27 de marzo de 2012



Entré en la cama y me tapé. No tenía frío. Simplemente no quería dejar en descubierto mi cuerpo. La posibilidad de que fuera visto me desagradaba. Ante todo yo no quería tener esa oportunidad. No bastaba con el deseo de no querer hacerlo, apartar la mirada, tratar de pensar en esa cosa. Estaba desnuda conmigo y lo mejor que podía hacer era seguir desnuda pero tapada, es decir, vestida con el propio manto de mi lecho. A cuántos les gustaría un cuerpito de cuasiventiañera, lo que no quita que a la cuasiventiañera le gustaría una cabeza de ñandú o un abrazo sobre su cuerpo ¿y el abrazo que puede dar ella? No señores, ella está muy lejos de poder dar un abrazo. Por eso al final se queda sola y en pelotas sin ser consciente de esa materia. Porque a ella le gusta que la samarreen lo suficiente, que la cojan con resistencia de ser posible, y si la lastiman, mejor. Sabe que no es inerte pero disimula su condición. Se cree estatua. Lo peor es que si no reacciona toda su melodía va a ser ficción y ella va a ser una estatua real.






ser o no ser



(real)



No hay comentarios:

Publicar un comentario