17 de marzo de 2011

Me comí un yogurt que en la fecha de vencimiento tenía tu cumpleaños. Qué gracioso es el destino que, como si fuera poco, te tiene chupándome el lóbulo frontal, recordándome cuando va a pudrirse la cosa. Y yo, fatalista como ninguna, lo bebo con la ilusión lírica de que ya me estoy empezando a sentir mal por consumir aquel lácteo propio de tu persona. Ácido y blanco, es el yogurt o tu presencia o nosotros que nos hemos vencido y verdes por la descomposición ni nos interesa probarnos, nos vomitaríamos lo que tenemos dentro. Estoy segura de que mi alma te está tocando el timbre. La puta. Entonces me abrirías y yo te recordaría: estamos podridos. O me mirarías asomándo tu nariz por el alféizar de la ventana más alta oliendo la situación. Y ya creando anticuerpos para el amor que nos hemos sentido, sabemos tomar la decisión más prudente, la de olvidarnos qué se sentía en nuestro paladar la lengua que bailaba del otro.
No nos vamos a envenenar. Queremos estar sanos, cero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario