4 de marzo de 2011

Del por qué hay que escuchar a la percepción

Y yo te creí. Y como una boba me puse a chiflarte desde el balcón para verte aparecer. Pero parece que al final no. No decidiste que ibas a descansar los pies hasta que te dejasen de doler y te fuiste rapidito a tu casa, tal como yo te lo había pedido. "No, dale, andá. Tenés sueño, mirate. Dale, para qué te vas a quedar semidormido en la puerta de mi casa. No subir no, dale que te comen los mosquitos." Y ya convencida de que te iba a dejar tirado y muerto de cansancio, subí. Me alegré de tu rara terquedad y dispuesta a encontrarte te chiflé tres veces. Qué bueno, al fin si te habías ido.
¿Serás vos una insistencia inocua que termina traicionándose y yéndose?

No hay comentarios:

Publicar un comentario